¿Equilibrio?




Para mi es terriblemente difícil encontrar el equilibrio en ningún aspecto de mi vida; tiendo a ser extremista: o todo o nada, o blanco o negro, o como o no como... Eso me trae muchos conflictos en todo sentido; en la pareja, como madre, como amiga. No sé si lograré alguna vez encontrar la fórmula mágica. Me critico duramente por ser como soy; la mitad del tiempo me siento genial y pienso que cada quien es como es y punto, y la otra mitad del tiempo me voy al subsuelo y me siento el ser menos válido del planeta y me hundo en mi propia mierda, porque me siento toda yo un gran error de la naturaleza.

Yo no siento ese odio por la comida que muchas de vosotras sentís. Para mi, la comida es la comida; simplemente está ahí, como el aire que respiramos, como el sol, como el césped. Existe como parte integral de la vida de todos. Está a nuestro alrededor y, culturalmente, está asociada al placer, al disfrute. Pero la comida no viene a ti; eres tú quien elige comer o no comer, o mejor dicho: tú decides comer una cosa u otra, de la misma manera que eres tú quien elige cuándo parar de comer. Comer es, entonces, una elección libre que realizamos día a día.

El odio que siento es más bien hacia mi misma, hacia mi descontrol. Siento odio hacia mí misma por no ser capaz de mantener un equilibrio. Siento odio y rabia cuando como porque estoy triste, agobiada, cabreada. Como porque me encuentro mal, quizás buscando que la comida me haga sentir mejor; pero el resultado no puede ser más nefasto: al terminar estoy peor que al principio. Sigo sintiéndome triste/agobiada/cabreada, además de una cerda descontrolada que, ilusamente, pensaba que comiendo se iba a sentir mejor. Ganas de desaparecer: eso es lo que siento en esos momentos.




Pero la comida no tiene la culpa; la culpa la tengo yo. Y no soy culpable por comer; soy culpable por excederme, por elegir los alimentos menos adecuados, por menospreciarme a través de la comida (no valgo una mierda, dá igual si engordo, porque mi vida es una mierda y me dá todo igual). Soy culpable de no saber disfrutar de un trozo de jugosa sandía con la misma ansia que disfruto un paquete de patatas fritas. A mí no me des dulces; a mi dame queso, pan, mayonesa, patatas fritas, croquetas. Las frituras me ciegan. El dulce me empalaga. Al principio, cuando comienzo una dieta restrictiva, me cuesta muchísimo (incluso, llego a llorar) porque no sé disfrutar una ensalada en vez de una ración de croquetas de jamón. Siento que "me estoy perdiendo de algo mejor". Al principio de la dieta, no sé cómo hacer para que la ensalada me sacie, me calme. Lloro porque el cuerpo me pide, literalmente, comerme 12 croquetas con medio litro de cocacola. Y sufro comiéndome la ensalada, tan insípida, tan frígida, tan lavada.

Mil veces digo "se acabó, hasta hoy como y mañana comienzo la dieta", y mil veces al caer la tarde pienso: "no, no me aguanto; mañana sigo". Pero, en algún punto, me bloqueo. No sé cómo lo hago; simplemente me sucede: dejo de sentir la necesidad de comer. Hay veces, durante mis ayunos o semiayunos (muy pocas veces, la verdad) en las que sí siento como muy dentro de mi las ganas de antes; como si tuviera dentro un animal salvaje retorciéndose en mis entrañas, pero estoy tan enfocada en lo que quiero que me es muy fácil distraerme la mente. Y cada día voy comiendo menos y menos y menos, y cada día voy rechazando más y más cosas que clasifico como "engordantes". Para mi es más fácil no comer nada, que comer muy poco. Es como si fuese capaz de anular la necesidad de comer, de matarla. Y un día te das cuenta de que te aflojan los pantalones, y ese día te sientes grande, te sales. Ese día me reafirmo y se renuevan mis fuerzas, y menos ganas de comer siento. Luego llega el día en que esos mismos pantalones se te caen; llegada a ese punto, siento que tengo el total y completo control. Que todo vale la pena. Debo aclarar que no creo en ninguna maravillosa Diosa Ana, porque jamás la conocí. He conocido, en cambio, el infierno de autocastigarme de muchas maneras; entre otras, negándome una necesidad básica: la comida. Lo sé, sé que funciona más o menos así, psicológicamente. Pero jamás he sabido hacerlo de otra manera: si como más de la cuenta, engordo; si dejo de comer, bajo de peso. Así de simple. Y así lo he hecho toda mi vida. El descontrol o autocontrol provienen de mí misma, de mi fuerza, de mis ganas de luchar o de dejarme vencer. Los méritos son míos y sólo míos, por lo que no necesito a nada ni a nadie, y supongo que eso me hace relativamente más fácil, una vez llego donde quiero, retomar el control. Supongo; pero son sólo suposiones mías, que ya bastante desequilibrada soy, así que no me siento en capacidad de dar ningún consejo a este respecto. Recuerdo que estas son simples divagaciones personales; nada científico.

Hasta aquí todo es bastante complicado, la verdad. Es todo un proceso, y es doloroso, además. Pero lo realmente jodido es cuando al fin llegas a tu supuesta "meta". Mi meta hace 3 meses eran los 60 kilos. Hoy, es llegar a los 58. Hace tres meses estaba enfocada en aprender a comer sano (dentro de lo poco que como); ahora ya estoy en la fase en la que sé cuántas calorías tiene hasta el aire que respiro, y cuento y sumo y resto, como loca, todo el día, todos los días. Con esto quiero decir que una de las cosas más jodidas es saber cuándo parar. Aprender a sentirte satisfecha con lo que has logrado. Aprender a reconocer que has llegado donde querías, al menos en cuanto a peso se refiere. Y... buscar entonces el famoso "equilibrio". Yo, como cabe esperar de mi, tengo mis teorías, las cuales me intento aplicar a veces con buen resultado, a veces sin ninguno.





En mis muchísimos años, he aprendido varias cosas. De las más importantes, la primera es que todo el esfuerzo es mío; ergo la victoria es mía, y de nadie más. La segunda, es que por más flaca que estés, siempre habrá algo que no te gusta de ti. Y esto es muy muy importante que reconozcamos: la mayoría de las princesas centra todos sus problemas en la gordura; como si al bajar de peso la vida entera te vá a cambiar. Y sí que cambia, evidentemente, y cambia en muchísimos aspectos; pero no mejora de forma mágica, es lo que quiero decir. Por ejemplo, si tienes problemas para relacionarte con los demás, es porque no sabes relacionarte con los demás, y no sabrás hacerlo estés gorda o estés delgada. Los demás podrán ver que te transformas de una persona poco atractiva en una más atractiva (o eso crees tú que sucederá), y que entonces todo el mundo te va a querer y a admirar, pero resulta que si tú misma no te sientes una persona atractiva, estés gorda o estés delgada, la cosa falla. Porque por más que los demás te digan lo espectacular que te ves, tú sencillamente no te lo vas a creer, porque tú no crees en tí misma, porque tú no eres capaz de verlo.

Y aquí es donde hay que aprender a clasificar dos aspectos importantes de una misma: lo que puedes cambiar, y lo que no puedes cambiar. Porque, vamos a ver: ¿qué haces cuando estás, al fin, pesando los famosos 48 kilos que tanto querías ver en la báscula, pero tu nariz sigue siendo la misma de siempre? Pesas 48 kilos, vale; pero... tu cara es la misma de antes, tu altura no se modifica tampoco, tienes los mismos padres, vives en la misma casa, vas al mismo colegio/trabajo, tienes el mismo novio/marido/hijos, los mismos amigos... Creo que básicamente cometemos el error de entremezclar las cosas y nos creemos que estando delgadas todos los problemas desaparecerán y la vida te cambiará radicalmente, cuando la verdad es que si tú misma no resuelves tus problemas y cambias el sentido de tu vida, por más flaca que logres llegar a estar, todo seguirá exactamente igual, menos tu peso. Y, es más: os aseguro que incluso la cosa se puede poner aún peor. Porque la frustración que se puede llegar a sentir cuando al fin has llegado a donde querías llegar en cuanto a peso, y descubrir que todo a tu alrededor sigue siendo igual, es desvastadora. Te sientes como una mierdecilla, cuando tus únicos momentos felices son estando encerrada en el baño pesándote, o viendo cómo te entran ¡al fin! los pantalones de la 36 en los vestidores del Berska. De resto, cuando sales ahí afuera, a eso que llaman mundo real, es una mierda. La misma mierda de antes, la misma mierda de siempre.



Así que estoy convencida de que lo más jodidamente difícil es, simple y llanamente, aceptarnos. Por dentro y por fuera. Todas sabemos qué es aquello que podemos cambiar, y qué es lo que no podemos: puedes cambiarte de carrera, de trabajo, de casa; puedes cambiar de pareja y hasta de amistades; puedes cambiar el largo/forma/color de tu cabello, puedes maquillarte las ojeras, bajar de peso, ir al gimnasio para estar en forma, puedes operarte la nariz que odias desde que tienes 4 años, hacerte una liposucción y quitarte tres costillas para parecer más esbelta, y puedes hacer muchas cosas más... Pero de la misma manera en que no puedes ser más alta de lo que eres a menos que te pongas unos taconazos de 12 cms. de alto, o que no vas a saber hablar inglés a menos que estudies, no puedes ver la vida de otra manera si no cambias por dentro; si no cambias tu forma de percibir la vida y tus reacciones ante las cosas que te suceden, nada cambiará. Porque no podemos cambiar las cosas a nuestro alrededor, porque no tenemos ese poder: no podemos hacer que deje de llover; pero sí que podemos aprender a ver y vivir los días lluviosos de otra forma.

Lo que puedes cambiar es fácil, así que cámbialo y disfruta del proceso. Lo que no puedes permitir es que aquello que no puedes cambiar te amargue la vida, así que hay que aprender a reconocerlo, en primer lugar; y después, hay que aprender a vivir con ello de la mejor manera posible, cambiando nuestra percepción/reacción ante esa realidad.

Ajá, muy bonito todo, ¿verdad?; pero... he aquí la gran pregunta: ¿Es fácil?

Y una mierda. Si fuera fácil, yo sería la mujer perfecta, tendría la vida perfecta, habría estudiado psicología y sociología, sería famosísima porque habría descubierto la fórmula mágica de la felicidad absoluta y tendría muchísimo dinero, estaría viajando alrededor del mundo y teniendo muchos amantes, y no estaría vomitando mis pensamientos de mierda en un blog anónimo perdida en la red. No, no es nada fácil; es más bien complicadísimo. Pero no es imposible, eso sí que no. Yo la mitad del tiempo logro un equilibrio casi perfecto, y la otra mitad del tiempo estoy más perdida que cualquiera de vosotras. Así soy yo: inconstante, desequilibrada, inmadura, o lo que sea.

Y, por último... Ser madre y ser Ana, ¡interesante pregunta!, pero... es que una cosa no tiene que ver con la otra (¿o sí? No lo sé). Quiero decir, que el problema no es ser Ana, Mia o estar loca; el problema es otro, supongo. Soy esposa, madre, ama de casa y anoréxica, sí. Y como soy bastante especialita, lo llevo bastante bien o bastante mal, dependiendo si estoy en la fase de equilibrio o desequilibrio. Pero es tema aparte, que merecerá otro post, supongo; si es que alguna vez decido escribir acerca de ello.


Entrada dedicada especialmente a Anna.




1 Comment:

  1. Anna said...
    Hola!!Primero de todo decirte que yo tambien me compre la semana pasada las mallas de vinilo, una camiseta negra con cara de chica y otra blanca con la espalda un poco descubierta y unos botines de verano blancos y aún no me he atrevido a ponermelo, me hacia un monton de ilusión y ahora no me atrevo a salir a la calle con ello, me lo pongo y antes de salir voy corriendo a cambiarme, incluso me lo pobre delante de mi novia y le pedi que me diera una opinion sincera, ella me dijo qe le encantaba y yo aun no puedo ponermelos,pero...me los pondre, tengo qe ponermelos y salir a la calle, creo que la mejor solución para cuando algo te da miedo, es hacerlo sin pensarlo mucho, eso es lo mejor, tu que crees? te animaras a ponertelos tu?

    De verdad crees que somos nosotras las que eligimos comer o no?Yo no lo creo, si por mi fuera yo no comeria nunca, pero si no como muero, no tengo otra opción. Ay dias en los que odio la comida, otros que la deseo, otros que me gusta, pero no puedo ignorar la comida, siempre esta presente!La verdad yo aprecio mucho la comida sana, sobretodo frutas y verduras, es de lo que mas me he alimentado estos ultimos meses, miro la sandia y me pregunto: como puede ser que esto tan bueno, no lleve muchas calorias?Con las peras, manzanas, pepinos, esparragos, soja, lechuga, tomate, etc, siento lo mismo, me encanta comer todo eso, me gusta su sabor y creo que me lo he echo gustar yo, porqe es lo unico que puedo comer sin sentirme mal, pero no entiendo porqe tengo que caer al chocolate, a los dulces, a todo eso que tan mal me hace sentir cuando me lo como, que me engorda y realmente no tiene nada de bueno para el cuerpo, es que no tengo excusa de comer chocolate, pero yo ala, y ala, pa dentro,pues eso me jode, porqe no puedo controlar eso, tan dificil es?

    Hoy yo me siento enfocada como hace tres meses tu, en aprender a comer sanamente, dentro de lo poco que como, bueno a veces, porke otras me engancho al chocolate y...me gustaria quedarme aqui, pero es como su tubera una maquina del tiempo y me viera en un futuro, no creo que me quede aqui, me gusta adelgazar, me hace sentir bien, me da sensación de grandeza, de control y quiero seguir haciendolo, pero claro, luego, valoro mi vida, soy consciente de lo que es la anorexia y la bulimia, se que no son mis dos amigas, aunque muchas veces hablo como si lo fueran, se que son dos enfermedades mentales y muy graves y me asusta perderme en ellas,

    Luego sigo, perdon!es qu estoy en el trabajo y debo dejar un momento el pc, publico el comentario y sigo luego

    besos

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